Historia del Almacenamiento
Todo tiene su historia, y la forma de guardar información no iba a ser una excepción. Desde que existe la humanidad, la necesidad de almacenar todo lo que se sabía ha sido una constante. En forma de dibujos en cuevas, filigranas sobre papiro, escritos en antiguos manuscritos… Todo fuera por preservar conocimientos. El escriba era un personaje admirado y respetado, sobre todo en el antiguo Egipto, ya que solía copiar textos, una ardua profesión que, sin duda, ha servido para que los conocimientos del pasado llegaran hasta la actualidad. Ahora, podemos consultar toda esa información con sólo hacer un click en un buscador de Internet, y entre medio, ha habido una apasionante historia que vale la pena repasar.
Se han sucedido, literalmente, miles de año de cambios de formatos, es decir, tiempo en el que diferentes generaciones han ido cambiando la manera que tenían de almacenar esa información. A grandes rasgos, podemos decir que los cambios más pronunciados se han producido en los dos últimos siglos, sobre todo con la aparición de la informática, y de Internet, por supuesto.
No podemos decir que haya un primer tipo de almacenamiento en concreto (¿qué fue antes, el huevo o la gallina?) ya que ha sucedido una evolución constante, pero lo que queda claro, más o menos de forma unánime, es que un sistema de almacenamiento en el terreno de la informática es todo aquel sobre el que se puede guardar o leer información, ya sea de forma alternativa, simultánea o combinada. Hablamos de la memoria secundaria de cualquier computadora, y si tuviera que haber un tipo de almacenamiento por excelencia, ése sería el disco duro.
El primero salió en 1955, y, desde entonces, ha evolucionado de forma vertiginosa. Antes de que el hardware se convirtiera en una disciplina abierta a todo el mundo como lo es ahora, el concepto del disco duro se equiparaba al de “la memoria” del ordenador, cuando en realidad era una parte de la misma (la memoria secundaria antes mencionada). El HDD es el dispositivo que menos ha cambiado en apariencia (comparativamente con otros medios de almacenamiento) pero que más ha evolucionado en cuanto a velocidad y capacidades. Actualmente, los usuarios confían en su potencial como dispositivo de almacenamiento en el futuro, gracias a su versatilidad y, sobre todo, a la capacidad de escribir sobre el contenido existente. El abaratamiento de los costes de fabricación también ha tenido mucho que ver, claro.
Pero el disco duro es sólo una de las formas de almacenamiento existente. Digamos que al principio, cuando hablábamos de un ordenador, el HDD formaba parte de su estructura indivisible, y no se estilaban, ni se consideraban como ahora, los discos duros externos, por lo que se buscó otro tipo de dispositivos que permitieran el almacenamiento de datos, se pudieran leer y escribir, y fueran transportables (y baratos, ya que estamos). ¿Os suenan los disquetes? Ahora que hace poco se anunció que cesaría su fabricación, nos podemos hacer una idea de la cantidad de tiempo que este primigenio dispositivo ha estado entre nosotros. Al principio medían 20 centímetros, pero evolucionaron hacia los discos de 5 y cuarto (pulgadas), o discos blandos, y posteriormente a los de 3 y medio, que alcanzaron, como mucho, los 2,88 MB de capacidad, una cantidad ridícula ahora, pero que para entonces, el estándar de 1,44 MB con el que convivimos tantos años fue, a nivel doméstico, prácticamente la única forma de pasar información. Muchos somos los que hemos tenido información que se ha perdido en disquetes, ya que eran prácticos, pero algo delicados en su uso, sobre todo a largo plazo. Por suerte, su “sustituto” llegó con el tiempo
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